18 abril, 2007

El año 2008 se celebrará el 40º aniversario de la figura de acción Madelman.
Este artículo va dedicado a dicho evento.


El "universo" Madelman.

Que los antiguos muñecos articulados Madelman son algo más que un juguete es algo que pocos se atreverán a discutir.
Hoy en día son piezas de coleccionismo, muy buscados y apreciados, y por algo más que por su elevado precio, porque son parte de una de las mejores épocas de nuestras vidas, nuestra infancia.
Supongo que hay algo de cierto en la afirmación de que a medida que pasa el tiempo descartamos las vivencias negativas, quedan relegadas en algún rincón del cerebro, mientras recordamos más vivamente las experiencias positivas como un mecanismo de autodefensa.
En cualquier caso pocos de nosotros guardaremos malos recuerdos de esa etapa.
Vivir prácticamente sin preocupaciones, arropados por la familia, los amigos, y con mucho tiempo libre para dar rienda suelta a una imaginación desbordante son razones más que suficientes.
¿Pero, porqué se tiene tanto cariño a este juguete? ¿Porqué el Madelman y no otro?
Creo que Madelman nació en el momento justo, las circunstancias económico-sociales fueron las idóneas para que nuestro querido muñeco triunfara y nos marcara para siempre.
En definitiva la forma de vida de las décadas de los sesenta-setenta conformó el "universo" Madelman, algo que desborda los límites estrictos de la producción de estas figuras y sus complementos.

Los argumentos del juego venían influidos por el cine, la televisión, los cómics y la literatura infantil y juvenil fundamentalmente, además de por la propia inventiva.
Aquellas sesiones del sábado tarde, o la matinal del domingo, en los viejos cines de platea y gallinero, rodeados de hermanos, amigos y las golosinas que uno se permitía sobre la base de la exigua "paga" semanal.
Películas de aventuras, diversión en estado puro, pero en muchos casos auténticas obras de arte intemporales, que se podían ver cantidad de veces sin aburrirse lo más mínimo. Espadachines, piratas, indios y vaqueros, romanos, películas bélicas y tantos otros géneros…
Nuestra única televisión, además de con las citadas películas, nos entretenía con magníficas series, Vickie el Vikingo, Los hombres de Harrelson, Mazinguer Z, La Frontera Azul…
Los cómics que conseguíamos en los kioscos o en las tiendas de cambio y reventa…Mortadelo y Filemón, Anacleto, Hazañas Bélicas, Capitán Trueno y Jabato, Astérix y Obélix y el incomparable Tintín…
Novelas inmortales de Alejandro Dumas, Julio Verne, Emilio Salgari y tantos otros, en ediciones magistrales de Bruguera…
Cualquiera que haya jugado con un Madelman y haya visto o leído alguna de estas obras encontrará la inmediata relación entre ellas.
Estas influencias tenían un camino de ida y vuelta, por un lado esa iconografía inspiró a los creadores y diseñadores de Madelman, tanto en las figuras elegidas como en su vestuario, armamento, complementos etc., por otro actuaba como el mejor, más efectivo y educativo "merchandising".
El mejor caldo de cultivo para potenciar la ya de por sí "calenturienta" imaginación infantil.

Madelman fue un juguete extraordinario, pero no fue el único. Otros productos de la casa matriz y de otras empresas fueron los mejores compañeros para excitar la diversión de los pequeños.
El Exin Castillos, los mismos Airgamboys y Clicks de Famobil, las figuras de plástico de Comansi, el fuerte de los vaqueros, las construcciones de Exin West, los coches, aviones o trenes de Payá, Rico o Jyesa…
Los patrones de juego estaban sometidos al mejor de los "brainstorming". El porteador era el malo de la película, secuestraba a unos pequeños clicks y los encerraba en el castillo del terror. Tras un intenso bombardeo y diversas operaciones de sabotaje, el castillo era completamente destruido, causando numerosas bajas entre los indios y vaqueros que lo custodiaban. Finalmente los rehenes eran liberados sin daño por el elegante capitán pirata. Y así hasta el infinito…

El escenario de nuestras aventuras también estaba plagado de lugares comunes.
En casa, la alfombra fue la mejor de las sabanas, la bañera el profundo océano, el lavabo una auténtica piscina olímpica, la mesa de la cocina un arrasado campo de batalla, el sofá del salón un trampolín de saltos de esquí, una escarpada montaña, o el desfiladero de la muerte… El mueble-bar era la difícil pared del Naranjo de Bulnes, las sábanas de la cama unas peligrosas arenas movedizas y más de un Madelman pasó a mejor vida enterrado en una maceta de geranios.
La caja de cartón de las galletas Fontaneda, el bote y las latas de hojalata del Cola-Cao, el tambor del detergente Colón, los rollos de cartón del papel higiénico El Elefante, componían una exuberante escenografía además de servir de continente para recogerlo todo una vez terminado el juego. De esta forma las mazmorras, naves espaciales, diligencias, tanques, rancho u oficina del sheriff se transformaban en un abrir y cerrar de ojos.
En la calle los muñecos volaban y hacían paracaidismo desde las terrazas, hacían rallyes por las empinadas cuestas de las aceras, se sumergían en los charcos y fuentes o hacían safaris entre las matas de hierba de los descampados cercanos.

Para la generación que ahora ronda los cuarenta años todo esto le resultará muy familiar, lo hemos vivido, forma parte, quizá una de las mejores, de nuestra existencia, de aquellos años por desgracia irrepetibles pero que jamás olvidaremos. Forma parte de este nuestro "universo" Madelman.

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